PARQUE NACIONAL DE  LOS PICOS DE EUROPA

Un Parque Nacional donde podrás hacer rutas de senderismo por paisajes de cuento, degustar lo mejor de su gastronomía, visitar pueblos con encanto y disfrutar como nunca de una carretera panorámica.

Los Picos de Europa es una de las zonas montañosas más bonitas de España. Anclado en plena cordillera cantábrica, su cercanía al mar provoca que en este macizo montañoso cuente con varios accidentes geográficos de gran interés, haciendo de los Picos de Europa, el segundo Parque Nacional más visitado de España, superado solamente por el volcán del Teide en las islas Canarias.

Desde luego que, si a uno le gusta la naturaleza, los Picos de Europa es uno de esos lugares obligatorios en el que pasar unos días en cualquier ruta por Cantabria. Iglesias, pueblos con mucho encanto, naturaleza y gastronomía son solo algunas de las cosas que los Picos de Europa ofrecen, y que hacen las delicias de los visitantes.

El macizo Occidental, de las Peñas Santas o del Cornión, es el más visitado. El recorrido clásico por este sector empieza en Cangas de Onís, cruzada por el indómito Sella. La que fue corte del incipiente reino astur hace trece siglos es hoy una población de 4.500 habitantes llena de hoteles y tiendas que venden productos gastronómicos y material de montaña. A un paso del bullicio hay dos rincones que rebosan bucolismo: el puente ojival, con la Cruz de la Victoria pendiendo sobre las aguas del Sella, y el mirador de Següencu, que ofrece la primera panorámica sobre los Picos de Europa.

El Puente Romano, de factura medieval, tiene su origen en la primitiva calzada romana.

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MASSIMO BORCHI

Desde Cangas de Onís una carretera conduce en pocos minutos a Covadonga, uno de esos lugares que parecen haber sido creados por la naturaleza para maravillar. Lo primero que se ve es la peña del Auseva emergiendo entre bosques caducifolios, con la Santa Cueva colgada de la roca y una cascada brotando bajo ella. Parece una ensoñación y, sin embargo, todo es real, aunque aderezado con el espíritu fantástico de la reconstrucción de 1877. De ese modo, la arquitectura es el perfecto complemento al culto a la Santina y a Pelayo, que reposa en el lugar donde, el 28 de mayo de 722, ganó la batalla que forjaría su épica.

Los lagos de Enol y La Ercina son el otro santuario de la zona. El ascenso desde Covadonga, dejando atrás los hayedos, es una de las etapas de montaña más seguidas de la Vuelta Ciclista a España: 12,3 kilómetros en los que se supera un desnivel de 910 metros con pendientes de hasta el 17%. En lo alto aparecen los dos lagos, primero el de Enol, más profundo. De aquí parten rutas de senderismo para todos los gustos, como los que conducen a los miradores del Rey y de Ordiales, este último más alejado, o hasta las Peñas Santas de Enol y Castilla, la segunda con 2.596 metros de altitud. A lo largo de estas excursiones aparecen testigos de la cultura pastoril de las majadas, como los cuerres (cierres de madera) para el ganado y los rebaños de vacas casinas y ovejas lachas que en verano son trasladadas a los pastos de altura y con cuya leche se elabora el queso de Gamonéu, propio de los concejos de Onís y Cangas.

El entorno de bosques y lagos del santuario fueron el origen del parque. La basílica se construyó en 1901.


Situados a solo 12 km del santuario de Covadonga, son una zona de senderismo muy popular y accesible.

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RrRAFAEL MARTÍNEZ GUERRERO

Remontando el río Güeña por Onís alcanzamos el valle de Cabrales, regado por el río Cares y también famoso por su queso. Es así como entramos en el macizo Central o de los Urrieles, con el totémico Naranjo de Bulnes o Picu Urriellu (2.519 m), que adquiere una tonalidad anaranjada al atardecer. Su fama le viene por constituir un reto para los escaladores, pues su cara oeste es una pared vertical de 500 metros que requiere pernoctar colgados del muro. Otro de los mitos de la comarca es el queso de Cabrales, elaborado con leche cruda de vaca, oveja y cabra, y madurado en cuevas naturales de dos a seis meses hasta que adquiere los hongos que le dan las manchas verdosas, así como su textura mantecosa y su ligero sabor picante.

Si de Arenas de Cabrales se remonta el curso del río Cares, a los 6 kilómetros aparece Poncebos. En esta aldea se nos ofrecen dos formas de acceder a la Peña, nombre que los cabraliegos dan al macizo: a través de sus entrañas por la sorprendente garganta del Cares –POR CANAL DEL TEXU, un corto pero intenso paseo de 8km, o en el funicular de Bulnes, que en apenas en siete minutos salva 402 metros de desnivel bajo tierra.

Subir a bordo del funicular es como trasladarse a otra dimensión porque, en un santiamén, uno se encuentra en medio de la montaña, en un núcleo de solo 20 habitantes que hasta 2001 tuvo como único acceso el camino del canal del Tejo. Hoy en día el viejo sendero es una popular excursión (de subida o de bajada hasta Poncebos) que dura unas dos horas.

Los pueblos de montaña de esta zona como Bulnes, Tresviso y Sotres han vivido prácticamente aislados hasta hace pocas décadas.
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BILDAGENTUR HUBER / FOTOTECA
Es el emblema del parque. Su singular silueta se divisa durante los recorridos por el macizo central.
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RAGA JOSE FUSTE / AGE FOTOSTOCK

La ruta del Cares o Garganta Divina, está situada entre la comunidad asturiana y la provincia de León. El protagonista de éste paisaje no es otro que el río Cares. El sendero es hoy sobre todo un paseo turístico de unos 11 kilómetros (solo ida) y que para muchos es uno de los más bonitos de todo España: es un sendero por un desfiladero, atravesando montañas, paredes verticales, cruzando túneles y puentes, abruptas laderas rocosas, y siempre vistas hacia el río desde un punto de vista elevado.

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JESÚS NICOLÁS SÁNCHEZ / AGE FOTOSTOCK
 

El desfiladero de La Hermida, excavado por el río Deva y poblado de carrascos, penetra en el valle de La Liébana (Cantabria), principal acceso al macizo oriental o de Andara. Justo a la entrada del valle, beneficiado por un microclima que permite el cultivo de la vid, se alza la iglesia mozárabe de Santa María de Lebeña (siglo X), de tres naves con arcos de herradura y un tejo sagrado en su atrio.

Un poco más adelante se sitúa Potes, cuyo emblema es la Torre del Infantado (siglo XV). Este pueblo es el mejor lugar para adquirir los quesos ahumados de Aliva, los de Lebeña y el queso picón de Tresviso, y también para probar el orujo local y el cocido lebaniego.
A tres kilómetros se erige el monasterio de Santo Toribio. Además de la memoria de su abad Beato de Liébana (siglo VIII-IX), autor de unos Comentarios al Apocalipsis que no faltaban en ninguna biblioteca medieval, guarda la reliquia del Lignum Crucis (fragmento de la cruz de Cristo) y cuenta con un Año Santo cada vez que la festividad del patrón, el 16 de abril, cae en domingo.

Fuente Dé, lugar donde nace el río Deva, vuelve a situarnos en plena montaña. De aquí parte un teleférico que en 1966 dejó de transportar mineral para llevar personas hasta el mirador del Cable, a 1.834 metros. La extraordinaria panorámica solo puede compararse con la que ofrecen los miradores del Corzo y el Oso, en la vertiente leonesa. Un espectáculo de crestas y valles llenos de vida y leyenda.

PotesCon sus casas colgadas sobre el río Deva

Esta localidad es una base excelente para conocer la comarca de La Liébana.

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GONZALO AZUMENDI / AGE FOTOSTOCK

Las casas de comida, con su encanto propio y sus menús básicos, contundentes, con los platos protagonistas de la gastronomía local.

Una zona bañada por el Cantábrico el verde se funde con el azul del mar. Desde pequeñas calas, hasta enormes arenales urbanos, las playas con encanto que te enamorarán.
Un paseo por la cultura asturiana y cántabra en un viaje en el tiempo a través de los siglos.